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PROGRAMA VOCAR
Café Científico Posadas: fiebre de ciencia por la noche
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Es viernes y un grupo de adolescentes en Posadas, Misiones, se prepara para salir. Se juntarán en el Centro Artístico “Mandové Pedrozo”, no solo para tomar algo o ver un espectáculo: el plan, aunque suene descabellado, es ir a ver a un científico que dará una charla durante más de una hora. Como ellas, decenas de grupos de amigos y parejas se congregan una vez al mes para escuchar al especialista que diserte en el marco del “Café científico Posadas”, que cuenta con apoyo del programa VocAr: desde un antropólogo pasando por un matemático o un economista hasta una trabajadora social.
Las temáticas son diversas y después siempre se abre el juego a preguntas o debates entre los asistentes. “En el primer Café Científico, que hicimos, en 2013 esperábamos que vinieran cincuenta personas. Concurrieron 140. No deja de sorprendernos: desde entonces la sala siempre está llena, y en general los que vienen no son de la universidad sino de la comunidad en general. Es un estallido mental para todos los científicos que lo organizamos”, dice Julián Ferreras, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), doctor en Genética y quien trajo la idea inicial de estas veladas.
Desde pequeño Ferreras quiso ser científico: de niño jugaba a explorar y conocer cómo funciona el cuerpo humano. En la adolescencia se debatió entre biología y la física nuclear, hasta que se decidió por Genética. Cuando se recibió, realizó una estadía científica en Estados Unidos, en el Departamento de Microbiología de la Universidad de Cornell en Nueva York, de la que volvió en 2010 para radicarse en el Instituto de Biología Suptropical (IBS) de Misiones, donde armó el Grupo de Investigación de Genética Aplicada (GIGA). Pero siempre sintió que faltaba un espacio informal de discusión, donde los científicos pudiesen debatir sobre sus disciplinas sin el acartonamiento del laboratorio. “Cuando me vine a Misiones –recuerda Ferreras-, noté que había muchos grupos de investigación dispersos. Entonces, me pareció importante generar un espacio con distintos científicos de diversas áreas para divagar sobre temas no académicamente, sino con licencias para poder movilizarnos desde lo intelectual”.
La idea creció en la sobremesa de un asado con amigos: “Me empezaron a hacer preguntas de Genética… les dije que vengan al Café Científico y a todos les interesó, aun sin ser científicos. Y resultó que había mucha gente no científica que estaba interesada”.
El Café Científico era una idea que Ferreras había conocido en Nueva York, y que existe en todo el mundo con muchos formatos y en lugares diversos con el mismo espíritu de fondo: montar un espacio de discusión informal para que la comunidad acceda al conocimiento científico, “dos mundos que muchas veces están separados, aunque forman parte de la misma comunidad”, explica el investigador. Justo después de que Ferreras le propusiera a su grupo de investigación adaptar el formato a nivel local, en 2013, una convocatoria de CONICET para proyectos de divulgación los impulsó a darle estructura a la idea: se presentaron y ganaron la convocatoria. “Lo armamos de forma intuitiva, porque no somos divulgadores profesionales”, dice. Hoy ya van por la cuarta temporada consecutiva.
Una propuesta sin pretensiones
El Café Científico Posadas sucede un viernes por mes, con la presencia de un especialista del país –comenzaron con referentes locales y luego extendieron la convocatoria a nivel federal- que expone durante treinta minutos, y luego abre el juego al intercambio con el público, que en la mayoría de los casos se extiende por al menos dos horas. “La gente charla, pregunta, opina directamente con el científico y con los científicos presentes en la sala de distintas áreas. Es impresionante cómo la gente se engancha y participa”.
Hoy, en el GIGA son veinte personas que además de investigar, organizan estas veladas: trece investigadores con sus becarios en distintas líneas de investigación. “Como becaria del CONICET, siempre me pareció complicado explicar lo que yo hago a alguien que no sabe lo que hago. En el café me di cuenta que es suma problemática de todos: explicar a alguien que no tiene nada que ver con lo que hacés es difícil, pero a la vez sumamente importante”, apunta Liliana Tarabella, licenciada en Genética y miembro del GIGA. Cecilia Percuocco, doctora en Ciencias Naturales y becaria del CONICET, coincide. “Siempre tratamos de mantener este ambiente informal, donde la gente se siente cómoda. Y para nosotros como compañeros de laboratorio, organizarlo nos une como grupo humano”.
Al Café concurren desde adolescentes hasta personas de 80 años. Con formaciones e ideas diferentes. En un Café Científico donde plantearon temáticas de sexualidad, por ejemplo, unas adolescentes se animaron a contar sus experiencias frente a los asistentes. “Ahí me cayó una ficha de que estábamos generando un espacio fuerte, de intercambio entre desconocidos que de otro modo no se encontrarían”. Otro Café Científico memorable para Ferreras fue uno en el que debatieron sobre las ventajas y desventajas de las represas, un tema con fuerte debate a nivel local. “Hicimos un Café con un ingeniero de Yaciretá, y en la misma mesa estaban sentadas personas de organizaciones que se oponen a las represas, y discutieron desde un lugar muy constructivo con otros de diferente posición, aunque no se pusieran de acuerdo en sus argumentos”.
La sala siempre está llena. ¿Por qué? “Yo creo que hay varios elementos –ensaya Ferreras-. Hay una necesidad de algo de la gente que el café moviliza, un interés genuino de la comunidad. La propuesta del Café es humilde, no pretenciosa, porque no plantea a los científicos como iluminados: el secreto es mostrar que los científicos son parte de la comunidad, simples especialistas en alguna temática”.
Después de todos estos años de experiencia, los investigadores del GIGA están evaluando la posibilidad de constituirse como asociación civil, para continuar con el formato del Café Científico. Ferreras, en lo personal, siente ahora que su satisfacción como científico va mucho más allá de la cantidad de papers que publica. “Mi objetivo como investigador, al fin y al cabo, es impactar socialmente y generar un cambio, enriquecer la sociedad de alguna manera. Este Café –admite- es uno de esos elementos que me hace sentir verdaderamente feliz como científico”.