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La historia del intercambio de cartas entre científicos y alumnos de una escuela del impenetrable chaqueño

Por iniciativa de una docente de química, estudiantes de una comunidad Q`om que querían saber cómo es el trabajo de los investigadores escribieron cartas


-Profe, ¿todavía existen los científicos?

Fernando tiene 15 años y fue el primero de los estudiantes que planteó su duda en la Escuela de Educación Secundaria 181 de Villa Río Bermejito, un pueblo a nueve kilómetros de Fortín Lavalle. Un lugar, en pleno impenetrable chaqueño, con aves –tucanes, loros- y un río, donde la gente vive de la pesca y de la miel.

-¡Por supuesto!- contestó Marina Soledad García, docente de Física y Química, de 36 años que da clases desde hace quince. El contenido que estaban viendo era historia de la ciencia, a través de los ganadores del Premio Nobel: “Me gusta siempre ir al inicio de todo, para que los chicos aprendan que los medicamentos y las vacunas, por ejemplo, vienen de gente que se quemó las pestañas para que alguien viva mejor”, dice Marina, que les explicaba los casos de Galileo Galilei, Isaac Newton, Albert Einstein, Stephen Hawking, y de los argentinos Cesar Milstein y Federico Leloir.

Al rato, Fernando pidió permiso para ir al baño: cuando regresó, tenía el cabello mojado y un peinado extravagante. “Seguro que los científicos deben tener el pelo así”, dijo, y despertó las carcajadas de la clase.

A raíz de la escena, la docente decidió seguir el juego. “¿Cómo se imaginan que es un científico hoy?”, les preguntó. “Tiene que tener un apellido raro”, “tiene que tener la chaqueta blanca impecable”, “tiene que ser canoso y usar anteojos”, “y un laboratorio con muchas pócimas”, “tiene que estar loco”, le respondieron.

De inmediato, se le ocurrió pedirles que escriban una carta a algún científico, para que le preguntasen ellos mismos sobre su trabajo. Con el resultado entre manos, decidió compartirlas entre sus conocidos científicos –“tengo muchos amigos que trabaja en la investigación”- y también publicarlas en su Facebook.

Lo que sucedió luego fue inesperado: las cartas se viralizaron –su posteo se compartió más de quinientas veces- y en dos días, Marina ya recibió más de doscientos mails en respuesta, de investigadores del CONICET –becarios doctorales, posdoctorales- y de científicos de lugares remotos: de Chile, Fancia, Venezuela, Estados Unidos, Canadá. “Nunca pensé que  tendríamos esta respuesta. Estamos pensando en organizar un día especial, para reunirnos con los chicos y que juntos podamos leer todas las cartas que nos están llegando”, adelantó la docente.

Cintia Kemelmajer