CONICET NORDESTE EN CHACO TV

Promueven políticas comunitarias basadas en vivienda saludable, agua segura y resiliencia

Los conocimientos de los investigadores del CONICET y de la UNNE son aplicados para el desarrollo de programas en distintos municipios.


María Rojas, acompañada por investigadores de su equipo, participaron de una entrevista en Chaco TV. FOTO: CONICET Nordeste.

Mediante aportes interdisciplinarios, desde el Instituto de Investigaciones Geohistóricas (IIGHI, CONICET - UNNE) de la ciudad de Resistencia, se desarrollan programas comunitarios que buscan promover y garantizar la vivienda saludable, el agua segura y la resiliencia en las poblaciones. Los trabajos se ejecutan en el marco de la Red Interamericana de Hábitat Saludable y se han transferido a distintos países de la región de las Américas.

Para contar los aportes que se realizan desde el campo científico para la organización social, la investigadora independiente del CONICET en el IIGHI, María del Carmen Rojas, participó del ciclo de entrevistas en el programa Un Buen Día, de Chaco TV. Junto con dos miembros de su grupo de investigación, el becario doctoral Francisco Berardo y la docente de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE), Gabriela Gauto; brindaron detalles de las diferentes perspectivas que utilizan para lograr la co-construcción de conocimiento dentro de las comunidades.

Durante la entrevista, Rojas destacó el carácter interdisciplinario de su equipo de trabajo, compuesto por  docentes e investigadores de CONICET, de la UNNE y de la Facultad Regional Córdoba de la Universidad Tecnológica Nacional, quienes a su vez forman parte de la Red Interamericana de Hábitat Saludable, cuyo objetivo es la mejora de la calidad de vida a partir de la concepción de la vivienda saludable como estrategia y no como objeto. “La vivienda será más o menos saludable en relación a los procesos, que pueden ser de evolución o de involución de las poblaciones. Tiene que ver con las estrategias que desenvuelven las poblaciones vinculadas al concepto de vulnerabilidad social. Allí se interpretan los grados de exposición que tienen las poblaciones y cómo, desde sus capacidades o fragilidades, las manejan mejor o peor”, explicó la investigadora.

“Los comportamientos no aparecen porque sí, sino que tienen que ver con las determinantes o determinaciones sociales y los procesos que tienen que ver con la cultura, la política, la economía o con las cuestiones familiares que hacen que el individuo sea de determinada manera y produzca determinados comportamientos que van impactar sobre la vivienda o sobre cualquier cuestión del ambiente. Por eso es muy importante evaluar las fragilidades y las capacidades de adaptación que tienen las poblaciones ante eventos que se puedan considerar como adversos.”, continuó Rojas.  En ese sentido, explicó que eje está en analizar la acción de la población sobre el objeto de la vivienda.

Desde el grupo también se busca promover el acceso y la disponibilidad de agua segura en las comunidades y Francisco Berardo explicó de qué se trata. “Cuando hablamos del agua segura, no estamos hablando del agua potable, que es la que habitualmente conocemos. El agua segura también necesita de buena calidad porque necesita ser apta para consumo humano, pero hay otros elementos que hacen a este concepto, que tienen que ver con la cantidad o la continuidad en el servicio, la cobertura, el costo y la cultura hídrica”, detalló.

Respecto a este último punto, explicó que "la cultura hídrica es lo que nos permite hacer del agua un objeto subjetivado". "Se refiere al conjunto de valores y conocimientos acerca del agua que tenemos como ciudadanos. El agua segura no es lo mismo para un habitante de Resistencia como para un habitante del sur de la provincia", ejemplificó.

Otro de los conceptos con los que trabaja el equipo es el de la resiliencia. “La resiliencia es la capacidad que tienen las personas, las familias, las comunidades y los hogares de poder enfrentar un problema, un evento adverso o una circunstancia problemática, que puede ser de salud o dentro del objeto de vivienda. Es nuestra capacidad para enfrentarlos, adaptarlos y superarlos”, explicó Gabriela Gauto y señaló que la laboriosidad, la iniciativa ante una circunstancia adversa, el humor o la capacidad de relacionarse son ejemplos de este recurso.

Mediante la técnica de relato de vida, la docente de la UNNE incorpora distintas cuestiones subjetivadas a la información que se recopila dentro de cada comunidad. “El trabajo que hago en el equipo es colaborar para incorporar lo que sienten las personas desde su propia vida”, señaló.

La transferencia de los conocimientos que producen los investigadores a las comunidades se realiza a través de acuerdos con gobiernos locales. “Desarrollamos sistemas de información en salud ambiental, con software asociado, para poder determinar el nivel de riesgo basado en la población, de una vivienda, como así también la generación de historias clínicas familiares y comunitarias. Estas metodologías las probamos y transferimos a distintos países de la región de las Américas, desde Cuba a Paraguay. Una vez que lo validamos, comenzamos el trabajo con los gobiernos locales”, explicó María Rojas.

“Nuestra concepción es que somos empleados del Estado que estamos produciendo conocimiento. Este conocimiento tiene que ser útil para el gobierno, que lo tiene tomar e incluir en políticas públicas. Estamos trabajando con municipios, como el del Villa del Totoral en Córdoba. También tenemos una transferencia con un municipio de Brasil, Benevides y es probable que tengamos nuevas transferencias con municipios de Chaco y Misiones. La idea es que con estos sistemas se pase de la información al conocimiento. Tenemos que trabajar con datos y darles valor. Necesitamos hacer el desfasaje al conocimiento y la acción para poder comunicar a partir de un pensamiento crítico y que el curso de acción que desarrolle el estado sea más eficaz”, señaló.

Para la investigadora, la colaboración entre el sector académico y el gubernamental es fundamental. “Esto no puede estar por afuera de lo político ni de la gestión. El científico tiene que producir conocimiento y un conocimiento que produzca una flexibilidad, si no el conocimiento queda en el laboratorio”, destacó.

“La propuesta tiene que ver con hacer una corrida. Si nosotros elaboramos y construimos con los gobiernos locales desde la resiliencia, que es la capacidad de adaptación positiva, vamos a generar políticas que se van a sostener en las fortalezas de la población, más que en las debilidades. Así, vamos a pasar del asistencialismo a la promoción social. No estamos enseñando nada, todos tenemos que aprender de todos. El conocimiento no está solo en el CONICET, está también en el gobierno local y en los espacios intersectoriales de educación y salud. Está en todos. El avance en el conocimiento tiene que ser confrontado con el otro para lograr un proceso de co-cosntruir conocimiento”, finalizó la investigadora.

Por Cecilia Fernández Castañón. CCT Nordeste.